Con motivo del Día Mundial de la Justicia Social (20 Febrero), las organizaciones de Comercio Justo reivindicamos la necesidad de un cambio en el modelo empresarial y económico global.
Las organizaciones destacamos que para hacer frente a los desafíos actuales -como el cambio climático, las crecientes desigualdades, la precariedad o la pobreza- es necesario que las empresas y las prácticas económicas y comerciales pongan los derechos humanos y la protección del planeta en el centro.
Además recordamos que para avanzar hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Comercio Justo y sus principios son un importante aliado.
¿Qué es la justicia social?
Naciones Unidas define la justicia social como el derecho que tienen todas las personas “a perseguir su bienestar material y su desarrollo en condiciones de libertad y dignidad, de seguridad económica y en igualdad de oportunidades”.
La justicia social está íntimamente relacionada con la dignidad humana, la equidad, la igualdad y con tener voz y capacidad de actuación sobre la propia vida.
También está vinculada con el acceso a oportunidades de empleo y a un nivel de vida digno.
Tiene que ver con la prosperidad y una cierta seguridad cuando se dejan de percibir ingresos o estos son insuficientes.
Lejos de la justicia social
Los datos reflejan que la justicia social es una meta a alcanzar en gran parte del planeta. Destacamos algunos significativos:
- Se calcula que a finales de 2022 había 685 millones de personas viviendo en la pobreza extrema, la mayoría de ellas en África Subsahariana y en economías frágiles y afectadas por conflictos.
- La pobreza está a menudo interrelacionada con otras injusticias, como el trabajo infantil y el trabajo forzoso. Actualmente hay 160 millones de niños y niñas que trabajan, y cerca de 50 millones de personas viviendo en situación de esclavitud moderna.
El Comercio Justo y su contribución a la justicia social y la Agenda 2030
Desde su origen en los años 60, el Comercio Justo ha demostrado su impacto en la generación de medios de vida sostenibles para las más de 3 millones de personas que trabajan en las más de 2.100 organizaciones productoras de todo el mundo, y en el avance de importantes cambios sociales en las comunidades donde está presente.
El Comercio Justo, a través de sus 10 Principios, asegura no solo la estabilidad de ingresos para los trabajadores y trabajadoras, el mismo para ellos y ellas a igual responsabilidad, sino también salarios dignos, precios justos por su producción y condiciones laborales adecuadas. También permite la asociación sindical y la negociación colectiva (no olvidemos que en muchos países están prohibidas legalmente o en la práctica no hay facilidades para llevarlas a cabo) y favorece la participación de los trabajadores y trabajadoras en las decisiones de su organización. Por otro lado, el Comercio Justo prohíbe la explotación laboral infantil. Por último, el Comercio Justo protege el entorno natural, el cuidado de suelos, bosques o el uso responsable del agua, lo que, entre otros aspectos, asegura la productividad de las organizaciones agrícolas a medio-largo plazo y evita la migración campo-ciudad o a otros países.
Los 10 principios del Comercio Justo contribuyen al avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en su totalidad, y en especial a algunos de ello.
El primero de sus principios, “Oportunidades para organizaciones productoras económicamente marginadas, contribuye en particular al ODS 1: “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”. Y en concreto, el Comercio Justo favorece “la fortaleza de las organizaciones ante adversidades económicas, sociales o ambientales”, que constituye la meta 1.5
De las más de 2.100 organizaciones productoras de Comercio Justo que hay en la actualidad en 75 países de América Latina, África y Asia, gran parte de ellas se dedican a la agricultura. Por ello, podemos decir que el Comercio Justo también contribuye al ODS 2: “poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. En particular, la meta 2.3 señala como protagonistas a las pequeñas organizaciones productoras como organizaciones familiares, de mujeres o de población indígena. Se persigue que estas aumenten su productividad mediante el acceso a recursos, a los mercados y a nuevas oportunidades. Esto constituye un aspecto esencial del Comercio Justo desde sus orígenes.
En este sentido, Naciones Unidas en el ODS número 2, destaca la necesidad de “corregir las restricciones y distorsiones comerciales en los mercados agropecuarios mundiales” y “adoptar medidas para asegurar el buen funcionamiento de los mercados de productos básicos alimentarios a fin de limitar la extrema volatilidad de los precios de los alimentos”.
Estas dos premisas son básicas en el Comercio Justo, que entiende que un mercado internacional justo, en el que ningún actor parta de una situación de desventaja y marginación, es clave para lograr el desarrollo y evitar la pobreza.