Cuando leemos que el 1% de la población mundial posee más de la mitad de la riqueza mientras que el 80% apenas alcanza el 6%, podemos sentir indignación y rabia. Pero la cosa no queda ahí, porque si seguimos interesándonos en este tema de la desigualdad descubrimos también que las campesinas, generadoras del 80% de la producción de alimento, apenas poseen el 30% de la tierra. O que una de cada tres personas que viven en la pobreza tiene un empleo, pero su salario no les permite cubrir las necesidades básicas. Y también seremos conscientes de que el cambio climático afecta de manera directa a tres de cada cuatro personas pobres y en particular a quienes dependen de la agricultura. Un sector que en África emplea a la mitad de su clase trabajadora.
Podríamos dar muchos más datos similares a estos que muestran cómo el actual sistema económico agrava la desigualdad y deja a muchas comunidades y personas excluidas, además de un gravísimo deterioro medioambiental. En este punto nuestra indignación y rabia pueden dar paso a una sensación de impotencia.
Pero también pueden llevarnos a la rebelión porque esas injustas realidades no son una losa inamovible. Pueden y deben ser cambiadas. Este es precisamente el mensaje que las organizaciones de Comercio Justo queremos destacar.
Este mensaje del cambio posible no solo lo decimos nosotros. Naciones Unidas también lo subraya;
193 representantes gubernamentales lo dejaron por escrito en 2015 cuando firmaron la denominada “Agenda 2030”. En esta declaración establecieron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, es decir, 17 grandes retos con sus medidas concretas que deben cumplirse antes de 2030 y que favorecerán una mayor justicia y sostenibilidad, además de la reducción de la pobreza. Entre estos Objetivos destacan algunos como la seguridad alimentaria, el trabajo decente, la igualdad de género, la producción y el consumo sostenibles o el cuidado del medio ambiente.
El Comercio Justo lleva más de 60 años trabajando bajo estos mismos principios y demostrando que es posible llevar a cabo otro modelo económico y social que no deje atrás a nadie, que proteja los derechos fundamentales de las personas y que evite la degradación del planeta.
Por eso las organizaciones de Comercio Justo hacemos un llamamiento a todas las personas que se sienten (os sentís) indignadas ante la injusticia y la desigualdad globales para que os rebeléis contra este sistema. El consumo es una potente herramienta. Elegir un artículo implica apoyar un modelo de producción y esto influye en la vida de quienes los elaboran.
Comprar, por tanto, no es un acto inocente.