Mónica Gómez trabaja en Setem desde hace 15 años. Antes había sido voluntaria y también consumidora. En el 2001 viajó a India donde conoció el trabajo de la organización de Comercio Justo Creative Handicrafts, formada por mujeres, y comprobó el cambio que se producía en ellas y en su entorno.
¿Cuándo comenzaste a colaborar en Setem?
Conocía Setem porque yo era clienta, venía aquí a comprar. Me enteré de la actividad de Setem de los “Campos de Solidaridad” y me apunté. Viajé a la India, precisamente a una organización de Comercio Justo, Creative Handicrafts, formada por mujeres y me impactó muchísimo conocer de cerca el Comercio Justo, ver cómo cambiaba la vida de estas personas, saber lo importante que somos para ellas. Me acuerdo que uno de los mensajes que las mujeres nos trasladaban una y otra vez era “no os olvidéis de nosotras”, “vosotros sois quienes ponéis voz y cara a todo lo que hacemos aquí y quienes podéis contar quiénes somos y cómo vivimos”. Me pareció que era fundamental seguir apoyando el Comercio Justo y empecé de voluntaria en la tienda de Setem.
Desde este viaje a Creative Handicrafts no he vuelto a ver un producto igual. Una vez que has conocido todo el esfuerzo que hay detrás, todas las historias que hay detrás de los productos, cada vez que veo un producto en una estantería, lo veo diferente.
Después de ver, por ejemplo, una falda y conocer cómo se trabajaba, cuando te encuentras con esa falda aquí en la tienda, te parece la octava maravilla del mundo.
Al poco de empezar de voluntaria se abrió una convocatoria de trabajo y me presenté. Empecé a trabajar en Comercio Justo, en Setem, en el 2001.
¿Recuerdas cómo conociste el Comercio Justo?
La verdad es que no. Es algo que en algún momento he tenido que descubrir pero no sabría decirte cómo. De pequeña recuerdo que la primera ONG que conocí era Greenpeace. Después fui conociendo más ONG. Desde siempre he apreciado el trabajo que se hace en diferentes campos y desde distintas ONG pero algo que siempre me ha gustado del Comercio Justo es que tiene un enfoque muy global. En Comercio Justo se abordan los problemas desde muchas perspectivas diferentes porque está el tema de la explotación infantil, el género, el medio ambiente, las condiciones laborales… Es posible que en el fondo lo que yo buscaba fuera algo así.
¿Qué te llamó la atención del Comercio Justo para decidir que querías estar en este movimiento?
Conocer de primera mano una organización de Comercio Justo fue para mí determinante. Ya antes era consumidora pero la motivación que tengo desde entonces por intentar que la gente conozca el Comercio Justo y le ilusione apoyarlo tanto como a mí es por haber conocido una iniciativa como Creative Handicrafts y ver que realmente funciona, que la vida de estas mujeres cambia.
Además, como consumidora yo pensaba “yo voy a desayunar cacao o voy a necesitar otras cosas en mi vida cotidiana y tengo la posibilidad de una manera muy sencilla de cambiar las cosas o al menos contribuir a que el problema no sea más grande”. El hecho de que el Comercio Justo tenga un resultado real, visible, que lo ves en la vida de estas personas, que es fácil de poner en práctica y lo tienes a tu alcance, todo esto es algo que también me llamaba la atención del Comercio Justo.
Después de conocer Creative Handicrafts, ¿cuál dirías que es el criterio del Comercio Justo que más influye en la mejora de la calidad de vida de las trabajadoras?
Yo diría que es la transformación personal que se produce en ellas mismas. Esto no aparece como criterio en sí mismo pero sí creo que es un hecho diferencial del movimiento del Comercio Justo.
Unos podrían pensar que la transformación personal viene por el salario digno o por otros criterios puntuales, que sin duda son fundamentales, pero yo creo que la transformación personal que se produce en ellas es algo que va mucho más allá de un sueldo a fin de mes o de que tengan una serie de prestaciones como disponer de jubilación, o de seguro médico que, insisto, son aspectos fundamentales y más en un país donde todo eso es inexistente. Pero la transformación personal es increíble.
Cuando fui a la organización, habíamos preparado unos juegos y unas dinámicas para trabajar con ellas, y empezamos a hacerlos con las mujeres que llevaban pocos meses en la organización. Eran mujeres que no se atrevían a mirarte a la cara, ni a decir su nombre. Yo no he visto nunca de una manera tan clara lo que es no tener autoestima, no valorarte absolutamente nada, sentir que no tienes derecho a comunicarte con la persona que tienes delante. Es un sentimiento de inferioridad para mí espeluznante. Dejamos de hacer los juegos con ellas y pasamos a hacerlos con las mujeres que ya llevaban en Creative uno o dos años. Y era el día y la noche, estas mujeres se reían, te decían su nombre sin problema, participaban y veías que tenían capacidad de liderazgo.
Toda esa transformación que se había producido en ellas creo que se debe a un conjunto de distintos factores que tiene que ver con que se sientan tratadas con respeto, estar recibiendo unos ingresos, participar en actividades que fomentan la autoestima, recibir formación, poder trabajar en unas condiciones en las que se comunican entre ellas y comparten sus problemas, conocer a alguien que viene de fuera y muestra interés en ellas y admira tu trabajo…
Todo eso es lo que provoca esta transformación personal.
Después has seguido en contacto con Creative, ¿cómo ha evolucionado la organización y su entorno a lo largo de estos años? ¿qué cambios se han producido?
Sí, yo he seguido viajando porque estableces un vínculo con esa organización y en diferentes momentos he vuelto a viajar como voluntaria y amiga. Por un lado, a mí me ha sorprendido ver cómo esta transformación de las mujeres ha ido en aumento. Por ejemplo, cuando fuimos recuerdo que era impensable que una mujer se planteara separarse, pese a estar en una situación de maltrato diario por parte del marido. Esto era implanteable por muchas cuestiones socioculturales. Años después las mujeres se separan sin problemas. Esa transformación ha ido en una línea que ha llevado a las mujeres a poder tomar decisiones de ese tipo.
Por otro lado, se han incorporado más mujeres a la organización y eso es una gran noticia. Al principio costaba mucho que las mujeres quisieran entrar a formar parte de Creative Handicrafts porque no estaba bien visto que las mujeres trabajaran. Cuando empezaban la formación, era frecuente que el marido les diera palizas diarias porque no querían que esto sucediera. Hace poco tuvimos la visita de Anjali, que ha sido presidenta de Creative, y nos hablaba de estos orígenes. Nos decía que los maridos no querían que ellas formaran parte de esta organización ya que podrían empezar a pensar y decidir por sí mismas.
Al principio la organización debía ir buscando a las trabajadoras. Ahora hay muchas mujeres que quieren entrar por todo lo que supone el movimiento del Comercio Justo. Desafortunadamente no pueden entrar todas porque no hay ventas suficientes como para poder incorporarlas.
¿Cómo ha cambiado la tienda de Setem desde que entraste hasta ahora?
Al principio había menos productos. Creo que en ese momento para ser un cliente de Comercio Justo había que ser más militante que ahora porque la gama de alimentación era maja pero bastante reducida. Y en artesanía había opciones pero reducidas.
Ahora la oferta de alimentación es muy amplia y en artesanía se ha ido ampliando mucho, así que podemos llegar a un público más amplio.
Por otro lado, hemos ido experimentando junto con la economía y la situación social los altibajos. Recuerdo unos inicios muy duros. Para poder salir adelante y sacar los productos poníamos todos los puestos que podíamos en colegios, universidades… Y eso era como tener la tienda abierta en muchos sitios a la vez.
Así poco a poco fuimos trabajando hasta que pudimos ir aumentando las ventas, incorporando nuevos canales como el programa de café o empezar a trabajar con empresas, irnos especializando en los productos que necesitan las empresas, ampliar el equipo, mejorar la formación de los voluntarios… Todo eso es un aprendizaje. También hemos mejorado en cosas como el empaquetar los regalos, la atención al cliente, la información que das de cada producto, etc. El incremento de las ventas permitió que pudiéramos ampliar la tienda, que al principio tenía unos 40 metros cuadrados. Ahora tendrá unos 90. Con más espacio pudimos incorporar más gama de productos, por ejemplo, ropa y poner un probador.
Después vino la crisis y ha sido un palo gordo porque ha supuesto retroceder mucho en ventas y eso se traduce en que se compra menos a los productores, que son quienes están al principio de la cadena, o en que tienes menos capacidad para hacer actividades. Aunque no hemos perdido la ilusión y seguimos intentando renovarnos, estamos todavía en este túnel en el que hemos entrado y del que esperamos salir pronto.
Al inicio también hacíais tantas estas actividades y puestos para dar a conocer el Comercio Justo que en ese momento sería poco conocido, ¿no?
Sí, aunque ahora todavía hay gente que no lo conoce y te dicen cosas como “ah, los del precio justo” y cosas así, si lo comparamos con hace 14 o 15 años la situación ha cambiado mucho.
Un aspecto que ha cambiado desde entonces es la percepción de la gente. Antes yo creo que se percibía el Comercio Justo como algo de menor calidad, había más recelo. A base de probarlo y conocerlo la gente se va dando cuenta de que los productos tienen una calidad excelente.
Otro cambio importante es que la sociedad ahora es más receptiva a los temas sociales. Yo creo que en su momento la gente empezó a plantearse el tema de la calidad, pero era una preocupación un poco más “egoísta”, en el sentido de solo pensar en la calidad del producto. Después, el tema del medio ambiente empezó a calar cada vez más. Sin duda en ese aspecto se ha avanzado mucho más que en las cuestiones sociales. Ahora yo creo que estamos en esta tercera fase en que la gente es más receptiva a temas sociales, a pensar quién ha hecho esto y en qué condiciones. A esto ha contribuido todo el trabajo que se ha hecho durante mucho tiempo por ejemplo desde la campaña Ropa Limpia y otros movimientos para denunciar lo que sucede: quién hace nuestra ropa, o que haya explotación infantil en productos como una tableta de chocolate. Todo esto ha contribuido a que la gente se conciencie.
Toda esta situación de injusticias y violación de Derechos Humanos en la producción de muchos artículos ha sido necesario contarla…
Claro, porque no se conocía. Ahora es algo conocido y creo que el reto que tenemos es que la gente no se insensibilice, es decir que no dé por sentado que esto existe, que las grandes empresas explotan y hacen su producción en esas condiciones. Sería preocupante que esto se llegara a considerar normal o inevitable. Ahora estamos en el momento de conseguir que la gente sienta que sí que importa y que cada uno podemos hacer algo en este sentido, que esto es algo que va con nosotros.
Setem es una de las organizaciones que más trabajo ha realizado denunciando las condiciones laborales en la fabricación de distintos productos, ¿esa es la otra cara de la moneda del Comercio Justo?
El Comercio Justo es una alternativa que surge porque existe esa situación, esa explotación, esas condiciones laborales inaceptables. Igual que hay una alternativa en las finanzas para que haya unas finanzas éticas o en otros campos como el de la energía, en el que hay energías renovables, en el comercio existe esta alternativa.
Nuestro objetivo principal es demostrar que hay otra manera de hacer un comercio con criterios éticos y que este es viable y respetuoso.
¿Cómo son los voluntarios de Comercio Justo de Setem?
No hay un perfil. Tenemos voluntarios muy heterogéneos. Son el alma de la organización. Yo creo que una organización son las personas y si hay algo especial en Setem son las personas y los voluntarios, por su motivación, su involucración. Son una seña clara de nuestra identidad. No podría definir un perfil. Tenemos voluntarios de muchas edades diferentes; hay muchas más mujeres que hombres, eso sí, y de todas las franjas de edad. Pero también hay chicos.
Incluso, un bombero, ¿no?
¡Sí, también hay un bombero!
En cuanto a los intereses de los voluntarios, también son diferentes. Hay desde una persona que hace un turno de tienda porque le gusta el trato con el público y dar a conocer el Comercio Justo a través de la venta de productos, pero también hay gente activista y que tiene un perfil más de denunciar, de participar en acciones o de organizar actividades. Pese a lo heterogéneo es un grupo muy unido, que se lleva muy bien. En las reuniones es curioso ver esa mezcla de edades y perfiles pero haciendo piña, muy ilusionados.
¿Por qué es importante seguir trabajando en Comercio Justo hoy?
Por las mujeres que he conocido. Yo pienso en ellas, recuerdo sus miradas, sus sonrisas y cómo ha cambiado su vida. Pienso en sus hijos y creo que no podemos fallar a estas personas. Aunque estén en la otra punta del mundo y no las estemos viendo, se levantan cada mañana e intentan salir adelante. Se enfrentan a unas dificultades y adversidades que no podemos ni imaginar, por mucho que intentemos ponernos en su lugar. Yo creo que tenemos la obligación de cambiar este mundo en el que vivimos. Lo que esté en nuestra mano hacer, hay que hacerlo, sin duda.