Artículo publicado en el blog Me Cambio, de Elsaltodiario el 22 diciembre 2017

En este artículo no vamos a contar nada nuevo, seguramente no vamos a contar nada que no conozcas, pero queremos contarlo de nuevo. Es necesario hacerlo particularmente en estas fechas, las de mayor consumo del año.

Los productos que consumimos han sido realizados por personas. Es una perogrullada, sí, pero de tan obvio es posible que a veces se nos olvide. Una gran parte de estas personas, hombres y mujeres, que cultivan, procesan, fabrican o cosen los productos que compramos no reciben un salario que les permita cubrir sus necesidades más básicas de alimentación, vivienda, sanidad o educación. Son los denominados por la Organización Internacional del Trabajo como “trabajadores pobres”, entendiendo como tal a quienes ganan menos de 2 dólares al día. En todo el mundo, 830 millones de personas se encontrarían en esta situación.

Una realidad injusta que alcanza su máxima expresión inhumana en determinados países y sectores como las fábricas clandestinas o explotaciones agrícolas. Así, podemos afirmar que víctimas del trabajo forzoso producen parte de los alimentos que consumimos y de la ropa que usamos. Y no lo decimos solo nosotras como organizaciones de Comercio Justo, sino que lo dice la citada OIT en uno de sus más recientes informes presentados este año. En él concluyen que 25 millones de personas son sometidas a trabajo forzoso, situaciones similares a la esclavitud, que se calcula cada año genera unos 150.000 millones de dólares en beneficios ilegales. En muchos casos, además, estas fábricas o explotaciones forman parte de canales comerciales en apariencia legítimos.

De manera transversal nos encontramos con la desigualdad de género, presente en todos los países y sociedades, aunque la realidad que vive la mujer en unos y en otros resulta muy diferente. Ellas son las protagonistas del trabajo informal y de sectores como el textil, que ostenta records de salarios de miseria. En todo el planeta las trabajadoras ganan menos sus compañeros trabajadores y según cálculos de la FAO si no se adoptan acciones específicas, la igualdad de remuneración no se conseguiría hasta 2086.

Otra cara especialmente cruel que se esconde detrás de muchos artículos es la explotación infantil. Actualmente 152 millones de niños y niñas son explotados laboralmente, la mitad tienen entre 5 y 11 años. Una gran parte, el 70%, trabaja en la agricultura.

Ante realidades como estas, sobra decir que es imprescindible evitar las compras innecesarias que consolidan este sistema inhumano y depredador y genera un enorme deterioro medioambiental. Pero, en el caso de que se vayan a hacer regalos, recordamos que hay alternativas para realizar lo que podríamos llamar un “consumo con cuidados”, que garanticen los Derechos Humanos y eviten el daño al entorno natural. El Comercio Justo es una de ellas.

En nuestro país existen 75 tiendas gestionadas por las organizaciones miembro de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. En ellas se pueden encontrar productos de alimentación pero también juguetes, complementos, cosmética natural, artículos para el hogar, etc. procedentes de 242 organizaciones (en su mayoría, cooperativas, fundaciones o asociaciones) de más de 40 países.

Como decíamos al principio, no hemos contado nada nuevo. Pero precisamente porque hay realidades injustas que siguen existiendo y que deben seguir interpelándonos a la acción es fundamental seguir hablando de ellas. Porque si no se nombra, no existe.

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