No cabe ninguna duda: el actual modelo dominante de comercio mundial está fallando a las personas, a las comunidades y al medioambiente. El comercio debería basarse en el intercambio y las distintas regiones -cada una con sus peculiaridades ecológicas y culturales- deberían compartir de forma equitativa sus productos, habilidades y creatividad.
Sin embargo, en las últimas décadas, el comercio se ha ido centrando cada vez menos en intercambiar bienes y cada vez más en suprimir derechos sociales y medioambientales en la búsqueda de beneficios empresariales.
Esta carrera hacia el precipicio, a un ritmo cada vez más acelerado, ha destruido vidas, medios de subsistencia y comunidades. Hoy en día, el comercio es utilizado como un sistema de control por parte de los poderosos y para promover los intereses específicos de unos pocos.
La injusticia de nuestro actual sistema de comercio internacional ha golpeado ahora directamente el corazón de Europa.
Y es que la crisis económica europea no es solo una crisis de deuda, sino también una crisis del comercio corporativo: de un modelo de comercio al servicio de los intereses de las grandes corporaciones empresariales transnacionales.
La eliminación de los controles sobre el capital y la liberalización de los servicios financieros que dio al sector de la banca y los servicios financieros rienda suelta para especular de forma temeraria –sumadas a las normas comerciales de la UE que han permitido enormes desequilibrios comerciales entre sus Estados miembros– han exacerbado la crisis de la deuda europea. La consiguiente imposición de privatizaciones, el desmantelamiento de las leyes de protección laboral y los drásticos recortes sociales –mientras que los bancos que alimentaron la crisis siguen protegidos por las leyes comerciales– son un reflejo del impacto devastador de las normas comerciales sobre millones de personas en otros lugares del mundo.
Nuestro sistema comercial también supera sistemáticamente los límites de la biosfera del planeta. La huella ecológica de la UE –resultado de su sistema comercial y sus niveles de consumo– es una de las más grandes del mundo. Esto ha llevado a la desposesión de comunidades de todo el mundo en lo que respecta a tierras, aguas y otros recursos y, al mismo tiempo, ha abocado a nuestro planeta a un cambio climático irreversible.
En este contexto, no solo es posible, sino absolutamente necesario adoptar una nueva perspectiva frente al comercio.
Esa nueva perspectiva debe basarse en otros principios y respetar los compromisos internacionales y las obligaciones jurídicas de la UE de garantizar la coherencia de sus políticas, ya sean en materia de democracia, cooperación, participación pública, Derechos Humanos, justicia social, igualdad de género o sostenibilidad.
La transparencia debería ser tambin una pieza fundamental de todas esas políticas. Además de un proceso de participación genuino y permanente, la UE y sus Estados miembros deben evaluar los impactos de sus acciones y hacer públicos los resultados, de forma que la ciudadanía cuente con toda la información necesaria a la hora de decidir.
Convencidas de esta necesidad, más de 50 organizaciones europeas –que representan a campesinos, sindicatos, defensores de Derechos Humanos, ecologistas, redes de Comercio Justo y profesionales del desarrollo– han impulsado durante dos años un amplio proceso de consulta con la sociedad civil en toda Europa.
El resultado es este Mandato de Comercio Alternativo (ATM por sus siglas en inglés: Alternative Trade Mandate), un documento en constante evolución que aboga por una revisión del actual régimen comercial y que propone alternativas reales y viables que hagan que el comercio funcione para todo el mundo y para el medioambiente.
Cambiar de orientación para situar a las personas y al planeta por delante de los beneficios de las grandes empresas.
A diferencia de las negociaciones comerciales en curso –que tienen lugar a puerta cerrada y ofrecen un acceso privilegiado a las corporaciones transnacionales–, nuestras consultas para este mandato han sido participativas y transparentes, y han puesto de relieve 10 áreas sobre las que trabajar esta nueva perspectiva. A continuación presentamos los principios básicos que deberían guiar esta reorientación del comercio europeo, así como los principales ámbitos en los que debería aplicarse:
1. Los alimentos (y cómo los producimos)
2. Los puestos de trabajo y los derechos laborales (cómo los creamos y cómo los protegemos)
3. Salvaguardia del espacio normativo para hacer valer los Derechos Humanos
4. El dinero (y cómo lo invertimos)
5. Bancos y especuladores (y cómo se comporta la industria financiera)
6. Las materias primas (y cómo las compartimos)
7. El cambio climático (y cómo compartimos la carga equitativa)
8. Los servicios públicos (y cómo los protegemos)
9. La contratación pública: un instrumento para el desarrollo social y no para la promoción del comercio
10. La propiedad intelectual (y cómo darle valores humanos)
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