Hoy, como cada segundo sábado de mayo, los ciudadanos y ciudadanas celebramos Día Mundial del Comercio Justo.
Especialmente hoy queremos expresar nuestra solidaridad con las víctimas de los trágicos sucesos en las fábricas textiles de Bangladesh, triste ejemplo de todo aquello contra lo que luchamos desde hace años. Queremos mostrar nuestra repulsa ante estas realidades. Exigimos que se asuman las responsabilidades correspondientes y se tomen medidas para garantizar que desastres evitables como éste no vuelvan a suceder. Desde el movimiento del Comercio Justo sabemos que estas pésimas condiciones de explotación e inseguridad son una realidad no solo en Bangladesh y en el sector textil sino también en otros muchos países de Asia, América Latina y África y en otros sectores de producción. Por todo ello queremos hacer un llamamiento a los consumidores para ejercer el poder que tenemos para cambiar las injustas relaciones comerciales.
Hoy, en nuestro día mundial, nos unimos a más de un millón y medio de trabajadores y trabajadoras de Comercio Justo y a los millones de personas que en más de 50 países decimos alto y claro que hay otras maneras de hacer economía y otra forma de establecer relaciones comerciales. El Comercio Justo, desde hace 60 años, así lo demuestra. Un movimiento cada vez más consolidado que solo en Europa cuenta con 500 organizaciones distribuidoras y más de 4000 tiendas especializadas.
Hoy queremos demostrar que podemos endulzarnos la vida sin amargar a nadie. Elegimos el azúcar y los dulces como protagonistas de esta jornada porque el Día Mundial del Comercio Justo es una fiesta pero también es un momento para la reivindicación.
El azúcar, uno de nuestros productos más cotidianos, genera al año unos 70.000 millones de dólares en un mercado controlado por unas cuantas empresas multinacionales. Los beneficios de este jugoso pastel no siempre llegan a quienes lo cultivan.
Su precio se fija en los mercados financieros, especialmente en las bolsas de Nueva York y Londres. Las subidas o bajadas drásticas vienen determinadas por la especulación y por la demanda de azúcar para elaborar biocombustibles como el etanol. Así, unas cuantas personas que nunca han puesto un pie en una plantación de caña de azúcar o de remolacha condicionan con sus inversiones el precio que reciben quienes día a día trabajan en los campos.
Frente a los salarios mínimos, la explotación laboral, el deterioro del medio ambiente y la desigualdad que genera el comercio internacional globalizado, los consumidores y consumidoras optamos cada vez más por alternativas justas y ecológicas. En 2011 se produjeron en todo el mundo 140.000 toneladas de azúcar de Comercio Justo, lo que significa un 9% más que el año anterior.
Son 140.000 toneladas de azúcar cultivadas por hombres y mujeres organizados en pequeños grupos con un funcionamiento democrático.
Son 140.000 toneladas de azúcar producidas por trabajadores que han recibido un salario digno por su tarea, el mismo ellos y ellas.
Son 140.000 toneladas de azúcar libres de explotación laboral infantil.
Son 140.000 toneladas de azúcar sembradas y procesadas sin dañar al medio ambiente.
Hoy, con este azúcar vamos a endulzarnos. Y no vamos a amargar a nadie porque en esta fiesta disfrutamos todos.