Catalina Sosa es la directora ejecutiva de la Oficina Regional en América Latina de la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO) que agrupa a 54 organizaciones en 13 países. En esta entrevista explica cómo los principios en los que se basa el Comercio Justo favorecen a las pequeñas organizaciones productoras, así como los principales retos del movimiento en la región.
Esta entrevista fue realizada con motivo de su visita a España para impartir conferencias en Casa América Cataluña.
¿Cuántas organizaciones forman parte de WFTO América Latina?
Actualmente somos 54 miembros en 13 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. En unos países hay 4 o 5 miembros, en otros puede haber 1 miembro, pero es una red que está creciendo.
¿Son organizaciones productoras o comercializadoras?
En nuestra red hay organizaciones comercializadoras únicamente y otras que son productoras-comercializadoras. Dentro de nuestros miembros está la CLAC (Coordinadora Latinoamericana de Pequeños Productores) en el que están incluidas organizaciones muy grandes de productores sobre todo de café, cacao o banano.
¿Qué producen y comercializan? ¿Hay más organizaciones artesanas o de alimentación?
El 75% de los productos que se exportan son alimentos, y el 25% artesanía. Ha habido un decrecimiento enorme de la artesanía. En los años 80 la artesanía era mayoritaria, pero hubo un gran cambio y ahora la artesanía se vende muy poco. Estamos haciendo todo un esfuerzo por relanzar los productos artesanales.
Nosotros, por ejemplo, en nuestra fundación Sinchi Sacha lo que hemos hecho es innovar el producto a través de incorporar diseños ancestrales. La fundación consiguió una donación importante de la Unión Europea para sistematizar un estudio de la iconografía ancestral en Ecuador. Hicimos un estudio muy especializado y todos esos diseños los hemos entregado a artistas, diseñadores y artesanos para que lo incorporen en su artesanía. Esta innovación está dando frutos ya que vendemos el producto con una explicación de su significado. Creo que es muy importante que el producto que viene de los países del Sur llegue a las tiendas de Comercio Justo con la información adecuada, y que, por otro lado, el productor también logre hacer una buena cédula informativa del producto que está vendiendo. Hemos visto que eso tiene mucho éxito.
¿Cómo funciona el Comercio Justo Sur-Sur?
Para nosotros el comercio Sur-Sur ha sido un sueño que lo hemos venido trabajando, tratando de que funcione porque, por un lado, el tema de enviar productos tan lejos es un problema. Por otro lado, hay países en América Latina que tienen una tasa de turismo muy alta con lo que tenemos muchos posibles compradores procedentes del Norte. En este sentido, los circuitos turísticos son aliados estratégicos para el Comercio Justo.
Además, actualmente hay una corriente de querer fortalecer las culturas originarias de cada país. La gente que tiene más recursos en cada país está empezando a comprar artesanía. Antes la artesanía estaba visto como algo folklórico, como un souvenir para extranjeros pero ahora yo creo que hay un giro interesante, hay muchos artistas aquí que están produciendo piezas de gran nivel utilizando la información de las culturas originarias. Hay muchas propuestas de comercializar dentro de cada país y también entre países de América Latina. También ha habido un interesante esfuerzo por comercializar productos de África y Asia en América Latina, ya que aquí hay mucho interés en por productos del Tíbet o de India…
Así es que sí hay un gran interés por activar este mercado Sur-Sur. De momento es incipiente pero es un paso importante y supone una visión nueva, es importante abrir estos canales porque van a beneficiar al pequeño productor.
¿Cuáles son las líneas de trabajo de WFTO América Latina?
Una de nuestras prioridades es la articulación de las redes regionales. Hay muchas redes en América Latina de Comercio Justo, de economía solidaria, de consumidores responsables…Consideramos importantísimo articular esas redes.
Otro asunto importante para nosotros es la difusión del Comercio Justo, todo lo relacionado con levantar la voz del pequeño productor y hacerlo visible a nivel local, regional, nacional y mundial e incidir en las personas que toman las decisiones en cada nivel para que se vaya abriendo el espacio y el apoyo al Comercio Justo. A nivel de los gobiernos locales necesitamos apoyo, por ejemplo, en bajar la carga de impuestos o que haya créditos blandos para el pequeño productor.
La incidencia política es muy importante y lo trabajamos mucho.
El tercer campo de acción está relacionado con el desarrollo de mercados. Siempre estamos buscando la manera de participar en ferias internacionales y generar nuevos espacios como el comercio sur-sur del que hablábamos, como nuevos puntos de venta en nuestros países. Para lograr entrar en los mercados es muy importante favorecer las capacidades del pequeño productor. Por eso apoyamos a las diferentes organizaciones de América Latina para poder trabajar con ellos en aspectos como la calidad, el embalaje, presentar el producto con una información óptima…
Por último, otra línea de acción fundamental es el monitoreo de las organizaciones miembro. En la Organización Mundial del Comercio Justo tenemos un sistema de monitoreo para controlar que se cumplan los estándares del Comercio Justo.
¿Qué aporta el Comercio Justo a las organizaciones y particularmente a sus trabajadores y trabajadoras?
Para mí la parte más importante es la transparencia y la confianza. En la medida en que estas se establecen como norma de relación comercial, cuando nadie se aprovecha del otro y se consolidan unas relaciones comerciales justas, creo que el pequeño productor tiene la posibilidad real de tener un socio comercial confiable en el mercado, que le apoya de manera óptima a comercializar el producto. Así es cuando empieza a tener éxito el emprendimiento.
En ese sentido consideramos que para el pequeño productor rescatar un mercado donde se aprecie su producto y se le trate dignamente es el primer paso.
A nivel de trabajadores y trabajadoras hay muchas normas como la libre asociación, que la toma de decisiones sea de manera participativa, que se cumplan las normas laborales de cada país…todo esto es muy importante también, supone establecer una ética en el contexto general tanto del trabajo como del comercio.
De los diez principios del Comercio Justo, ¿cuál cree que es el que más influye en mejorar la calidad de vida de los productores y productoras?
Hay tres que yo veo básicos: el primero, como decía, la transparencia y la confianza. Muchas veces para un pequeño productor que está en los páramos, en la parte alta de los andes, hay gente que piensa que lo mejor que le puede pasar es que este productor venda directamente su artesanía al turista, lo cual es prácticamente imposible por la distancia, porque hay personas que no hablan castellano, etc. Por ello, que esa persona tenga un socio comercial óptimo supone la posibilidad real de que venda su producto y de que además reciba información sobre su producto y las posibles adaptaciones para que tenga mayor acogida. En el comercio convencional, normalmente el comerciante no tiene interés particular en ayudar al pequeño productor, en darle ideas o apoyarle, solo ve su interés económico.
En el Comercio Justo la construcción de capacidades, la retroalimentación al pequeño productor es básica y esto le permite salir adelante.
Éste principio también me parece básico.
Otro de los principios que a mí más me conmueve es el empoderamiento de las mujeres.
Aquí muchas mujeres producen, forman parte de una organización y son los puntales en su hogar pero sus condiciones de vida están deterioradas, y es muy difícil que ocupen cargos directivos. Sin embargo, a medida que ellas generan ingresos su vida cambia en muchos aspectos, y no solo para ella también para su familia y en la comunidad. Creo que muchas mujeres en América Latina están mejorando sus condiciones de vida a través de la venta óptima de su producción de Comercio Justo. Y están logrando ampliar espacios de influencia en su familia, en su comunidad o localidad. En muchos casos están llegando a ocupar cargos de dirección o responsabilidad, y desde ahí levantan la voz por la igualdad de género. Creo que en América Latina, a través de la generación de ingresos económicos se está logrando que se garanticen los derechos de muchas mujeres.
¿Le gustaría añadir algo más?
Me gustaría transmitir unas ideas sobre el tema del que hablábamos en la conferencia en Casa América y cuyo título era “¿Es posible globalizar el Comercio Justo?”
Yo decía que la palabra globalizar tiene ya mucho contenido negativo para el Comercio Justo porque la globalización implica que las economías locales se sumen a una gran economía y normalmente en ese proceso se pierden la identidades y se homogeniza el planeta y se van perdiendo sus pequeños emprendimientos arrasados por las grandes empresas.
Sería interesante entender la globalización de manera opuesta, es decir, y lograr que la economía de mercado baje hacia una economía social y solidaria, y tratar de que el ser humano entre en el centro de la escena y que no sea el capital el móvil de la economía.
Debemos mirar con un ojo crítico a la globalización y pensar lo importante que es reivindicar las pequeñas iniciativas que tenemos a nuestro lado.