Sagrario Angulo es gerente de la organización ecuatoriana de Comercio Justo Camari, una entidad que facilita a las organizaciones artesanas y campesinas la comercialización de sus productos. Aprovechando su participación en el Encuentro de Ciudades por el Comercio Justo, celebrado en Madrid, hemos hablado con ella.
¿Qué es Camari? ¿Cuál es su finalidad?
Camari es una comercializadora solidaria que nació en 1981 bajo el paraguas de Fundación FEPP, una fundación que lleva casi 50 años haciendo desarrollo social. La comercialización siempre ha sido un problema para los pequeños productores, por eso esta fundación crea su brazo comercial, que es Camari.
Nos dedicamos a la comercialización para apoyar a pequeños productores, pero entendemos que esto es solo un instrumento porque lo que buscamos es que los pequeños productores mejoren su calidad de vida.
¿Cuáles son los principales problemas de los pequeños productores de Ecuador?
Hay varios, pero en la comercialización, en concreto, los principales problemas son la falta de mercado para poder vender sus productos, otro es que al ser pequeños tienen menos capacidad de producción, y otro problema sería las dificultades para mejorar la calidad del producto. Para ello, nosotros promovemos la asociatividad, que la gente se una y trabaje unida, que persiga un fin solidario y común. De ese modo es más fácil trabajar para paliar los problemas que comentaba antes. Trabajamos apoyándoles para que puedan ampliar su capacidad de producción, mejorar la calidad del producto, cumplir plazos…
¿Qué tipo de productos comercializáis?
Comercializamos todo lo que produce nuestro país. Tenemos una línea de agroexportación y también de artesanías. Exportamos granos como cereales y también harinas. Ahora en mi país hay el boom del emprendimiento.
Hace 10 años en Ecuador se implementó la Ley de economía popular y solidaria y esto fue incentivo para que los productores no solo saquen la producción, sino que también la transformen y tenga un valor agregado. Eso ha dado un buen resultado pero sigue habiendo un importante problema de acceso a los mercados. Nuestras tiendas de Comercio Justo están precisamente para eso, se han convertido en las vitrinas para estos pequeños productores y emprendedores.
Así que por ejemplo si en nuestro país se produce quinoa, nosotros vendemos no solo quinoa a granel sino también la barra de quinoa, bebida de quinoa y otros derivados. También vendemos cebada, arroz y otros cereales y algunos de estos también los exportamos.
En la exportación nuestro producto estrella es la panela granulada orgánica.
Por otro lado también comercializamos artesanías: tenemos bisutería en tagua, tejidos, textiles… hay mucha variedad. En artesanía exportamos a un mayor número de países aunque la cantidad es menor en relación a los productos agrícolas.
¿Cómo cambia la vida de los productores y productoras trabajando en Comercio Justo?
Es difícil medirlo. Nosotros vemos cambios importantes, como que la gente emigra menos a la ciudad, se han empoderado en el campo, porque al hacer esta comercialización justa los ingresos quedan en la localidad.
Eso es sobre todo lo que nosotros notamos y es el objetivo principal de trabajar en asociatividad. Con el resultado de la comercialización, también mejoran sus infraestructuras para poder producir más, almacenar…
También los hijos de los productores y productoras tienen acceso a la educación ya que asisten a la escuela.
Con todo ello yo sí me atrevo a decir que se notan mejoradas las condiciones de vida frente al comercio convencional.
Tenemos una relación con clientes muy estrecha y de largo plazo gracias a las cuales hemos podido gestionar recursos para obras de infraestructuras, por ejemplo, para mejorar sus centros de acopio, construir sus oficinas para que puedan reunirse… eso está a la vista.
Y en cuanto a la igualdad de género, ¿se van viendo cambios?
Para el Comercio Justo la equidad de género es muy importante. Trabajamos con muchas organizaciones en las que la mayoría son mujeres, pero esto no significa que haya un matriarcado sino que es porque ellas han tenido la valentía de organizarse y tomar decisiones. También hay cooperativas lideradas por mujeres. Sin embargo todavía hay una falta de empoderamiento en muchas mujeres.
En el Comercio Justo sobre todo lo que buscamos es el empoderamiento, que particularmente las mujeres sean capaces de tomar decisiones y que tengan las mismas oportunidades.
Nosotros trabajamos todo esto a través de formación. Tenemos una escuela en la que damos capacitación a las mujeres y también ofrecemos formación sobre equidad de género dirigida tanto a hombres como a mujeres, porque no serviría de nada trabajarlo solo con mujeres.
Vemos que poco a poco se va quitando ese estereotipo de que la mujer solo debe estar en casa. Principalmente estamos viendo este cambio en el campo. Ahí vemos la capacidad que adquieren muchas mujeres para estar al frente de una organización, para organizar sus actividades.
Y además, cuanto más se forman, más interés tienen en seguir capacitándose.
Con estas formaciones ellas adquieren conciencia a de su valor, toman fuerza, se empoderan. No está todo conseguido, todavía hay que seguir trabajando, pero ya tenemos a muchas mujeres al frente de organizaciones.
Con las siguientes generaciones se va consolidando este proceso…
Sí, eso es clave para que se dé el cambio. Por eso también tenemos procesos de formación con jóvenes y adolescentes porque es muy importante ir cambiando desde pequeños esta mentalidad.
Por último, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a los consumidores y consumidoras de nuestro país?
Nosotros valoramos y agradecemos el tener una relación comercial con varios clientes de España desde hace tiempo.
Lo que los consumidores hacen o puedan hacer consumiendo productos de Comercio Justo es muy agradecido por quienes están al otro lado. Los productores y productoras lo agradecen inmensamente porque de esa manera están contribuyendo a una mejor educación, a mejores condiciones de vida y están evitando un problema grave para países como el nuestro, que es el de la migración hacia la ciudad. Si no se frenan estas migraciones, con el tiempo no va a haber quién trabaje el campo; es importante que la gente permanezca en su tierra. Esto se incentiva mucho cuando los productores ven que su producto tiene salida, que es valorado, cuando ven que aparece en otras vitrinas y se está vendiendo.
A los consumidores les diría que es bueno que sepan que detrás de cada producto hay una historia.
¿Le gustaría contar algo más?
Me gustaría contarles la experiencia de Comercio Justo en Ecuador.
Quito ha sido nombrada ciudad por el Comercio Justo. Así que ahora en Ecuador hay dos ciudades por el Comercio Justo, la otra es Riobamba, en la región del Chimborazo, centrada en la producción de cereales, una producción muy rica de nuestro país.
En Ecuador hemos logrado hacer del Comercio Justo una política pública y ahora estamos trabajando para que se visibilice y se normativice el Comercio Justo, porque están apareciendo muchas iniciativas que se denominan de Comercio Justo pero en realidad no lo son.
El objetivo ahora es verificar lo que realmente sea de Comercio Justo, verificar esos procesos. Ahora estamos haciendo un seguimiento de las estrategias planteadas, para tener resultados dentro de la política pública de Comercio Justo, en el marco de la ley de economía social y solidaria. Esta ley ha sido una herramienta con la que se ha apoyado a mucha gente, porque se dirige al sector más vulnerable, que no ha tenido apoyo durante muchos años.
Con todo esto solo queremos visibilizar el Comercio Justo, que los mayores beneficiarios sean los pequeños productores y darlos a conocer al mundo.