En la actualidad 733 millones de personas pasan hambre y alrededor de 2800 millones de personas en el mundo no pueden permitirse una dieta saludable. Además, gran parte de las personas que no tienen una alimentación adecuada son precisamente quienes trabajan en el sector agrícola, es decir, cultivando alimentos. Una paradoja que evidencia la necesidad de un cambio de modelo, para poder garantizar un derecho humano esencial: la alimentación
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación (16 octubre), la Coordinadora Estatal de Comercio Justo recuerda que proteger el medio ambiente y asegurar un nivel de vida digno a agricultores y agricultoras son dos aspectos básicos para garantizar el derecho a la alimentación.
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. Declaración Universal de los Derechos Humanos (artículo 25)
Los agricultores y agricultoras a pequeña escala tienen un papel clave en la alimentación a nivel mundial. Según datos del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el 95% de las explotaciones agrícolas en todo el mundo tienen menos de 5 hectáreas. En conjunto producen un tercio de los alimentos que se consumen en todo el mundo, y entre el 60 y el 80% de los consumidos en los países en desarrollo. En el caso del África subsahariana o en determinadas zonas asiáticas, las pequeñas explotaciones generan el 80% de la alimentación de estas regiones. Apoyar a los agricultores y agricultoras a pequeña escala no solo es una manera de garantizarles unos ingresos dignos, sino que además es esencial para evitar la inseguridad alimentaria.
La producción de alimentos, amenazada por el cambio climático
La producción de alimentos está amenazada por los efectos del cambio climático: sequías prolongadas alternadas de lluvias torrenciales, cambio en los patrones climáticos, aumento de las temperaturas, plagas y enfermedades…
El FIDA en su informe ¿Qué pueden cultivar los agricultores en un mundo más cálido? alerta de que, si no se modifican las prácticas agrícolas y las políticas mundiales, los cambios en los patrones climáticos podrían llevar a una disminución de hasta un 80% en la producción de cultivos básicos como el frijol, yuca, maíz, mijo, trigo, cacahuete, sésamo, guisantes, batata o sorgo, de aquí a 2050, en 8 países del África Meridional (Angola, Lesotho, Malawi, Mozambique, Ruanda, Uganda, Zambia y Zimbabue). Por ejemplo, la producción anual de maíz en la región de Namibe, en Angola, podría disminuir en un 77% para 2050.
La producción de cacao, café, té y azúcar también están disminuyendo debido a los efectos del cambio climático, lo que a su vez consolida y aumenta la pobreza y vulnerabilidad en la que viven los agricultores y agricultoras.
Ante esta problemática, las organizaciones de Comercio Justo reivindicamos la necesidad de potenciar modelos económicos y comerciales basados en el respeto a los Derechos Humanos y en la protección del medio ambiente, para así garantizar el derecho humano a la alimentación.
El Comercio Justo a través de sus 10 principios asegura ingresos dignos a las pequeñas organizaciones productoras, el respeto a los Derechos Humanos y el cuidado de la tierra y el entorno natural.
Sobre el terreno: el movimiento campesino de Cepicafé, en Perú
Un ejemplo del cambio que supone el modelo planteado por el Comercio Justo es la organización peruana Cepicafé. Se fundó en 1995 con la unión de varias cooperativas agrícolas de café y azúcar de la sierra de Piura y de la zona nororiental de Perú.
Actualmente agrupa a 90 pequeñas cooperativas en las que trabajan 7000 personas. Es un auténtico movimiento campesino que ha logrado demostrar la viabilidad de la agricultura ecológica y de Comercio Justo para combatir la pobreza. Todo su cultivo es ecológico y la cooperativa proporciona servicios a los agricultores y agricultoras para mejorar su calidad de vida y mejorar su producción. También busca diversificar sus actividades agrícolas para reducir los riesgos financieros. De este modo, en los últimos años ha incluido el cultivo de caña de azúcar y de frutas.
Sigue la campaña en redes sociales #DDHHyComercioJusto
Información realizada con financiación de: