El cambio climático constituye una amenaza muy grave para el planeta y para la humanidad. Sus consecuencias venimos sufriéndolas desde hace décadas aunque cada vez con mayor intensidad y de una manera más evidente.

Pero quienes sufren de manera directa los impactos del aumento de la temperatura global son las personas que viven de la agricultura, que además son las poblaciones más vulnerables y que menos recursos tienen para combatir sus efectos negativos.

Foto: Sean Hawkey

 

El cambio climático y la pobreza son dos realidades que se retroalimentan creando un círculo vicioso. Y en este contexto, la desigualdad de género tiene mucha relación en todo ello.

Cada vez hay más evidencias de la mayor vulnerabilidad del impacto del cambio climático en las mujeres, debido a que ellas constituyen la mayor parte de la población que vive en la pobreza y, además, las mujeres son más dependientes de los recursos naturales.

Además en la agricultura, el sector de empleo más importante para las mujeres en países en desarrollo y en el que ellas representan la mitad de la mano de obra, solo reciben el 5% del total de servicios de extensión agrícola, esto es, de los servicios de generación de conocimiento y formación agrícola y ganadera que distintos organismos ofrecen a la población rural. Por otro lado, solo el 15% de los profesionales que imparten estos servicios son mujeres.

La propiedad de la tierra es otro de los aspectos donde más claramente se muestra la desigualdad entre hombres y mujeres. Según datos de la FAO, a nivel global, las agricultoras representan sólo el 12,8% de los propietarios de tierras agrícolas en el mundo. Un caso muy significativo es el de Uganda, donde mientras el 97% de las mujeres trabajan en la tierra, solo el 7% es propietaria de ella.

Todo ello está también relacionado con la falta de participación en la esfera pública ya que, a pesar de los avances de los últimos años, las mujeres todavía tienen una escasa influencia económica, política y legal frente a las consecuencias derivadas del cambio climático. Especialmente en los países en desarrollo su participación en la toma de decisiones sigue siendo limitada. Sin embargo, sus perspectivas y conocimientos y su participación en la planificación de políticas y acciones climáticas son esenciales para afrontar los retos actuales y garantizar la protección ambiental.

En este sentido, Naciones Unidas señala que:

“el cambio climático y las desigualdades de género son probablemente los dos mayores retos para el desarrollo sostenible en nuestra época”.

Por ello, trabajar en el empoderamiento económico, social y personal de las mujeres de zonas rurales, fortalecer su liderazgo y capacidad de negociación y propuestas, son aspectos clave para que ellas sean conscientes de sus derechos esenciales y puedan reclamar su lugar como propietarias de tierras, su voz y voto en las decisiones políticas, sociales y económicas, o su participación en las propuestas de iniciativas de protección de la tierra en su comunidad.

Es, por tanto, absolutamente necesario que se aplique la perspectiva de género a todas las políticas y acciones relacionadas con el cambio climático.

¿Cuál es el papel del Comercio Justo ante el cambio climático y la desigualdad de género?

El Comercio Justo a través de sus 10 principios juega un papel fundamental ante el cambio climático y la desigualdad de género. Señalamos algunos de los aspectos que más contribuyen a combatir ambos desafíos globales:

Prácticas respetuosas con el medio ambiente  

El Comercio Justo tiene como uno de sus principios esenciales el cuidado del medio ambiente y la producción a través de prácticas respetuosas con el entorno natural y que minimicen los impactos ambientales como: priorizar las materias primas procedentes de fuentes gestionadas en forma sostenible, usar plaguicidas y fertilizantes orgánicos, reducir el consumo de agua y energía y, en lo posible, utilizar energías renovables.

Formación y asesoría

Las organizaciones de Comercio Justo realizan formación dirigida a sus trabajadores y trabajadoras para fortalecer sus capacidades, entre otros aspectos, en la protección del medio ambiente. De esta manera adquieren el conocimiento de las prácticas sostenibles que les conviene aplicar para combatir los efectos del cambio climático.

Es muy importante resaltar que esta formación, en las organizaciones de Comercio Justo, la reciben tanto los hombres como las mujeres. De esta manera se fortalece su empoderamiento, su participación social y en la toma de decisiones y se avanza hacia la igualdad de género.

La formación y el apoyo en el desarrollo de capacidades es un aspecto muy característico del Comercio Justo y que marca una importante diferencia, ya que las organizaciones productoras, a menudo, ven con impotencia los efectos del cambio climático en su producción y no saben cómo afrontarlo. La formación constituye un apoyo y un respaldo esenciales para sentirse acompañados ante un reto que les sobrepasa y para definir las estrategias más adecuadas a desarrollar.

Igualdad de género

Otro de los principios fundamentales del Comercio Justo es el fomento del empleo de las mujeres, su presencia en los órganos de decisión de su organización y la igualdad salarial.

La participación igualitaria de las mujeres en sus comunidades, en las decisiones políticas y acciones a seguir en materia medioambiental, favorece su empoderamiento a todos los niveles (económico, social, político y humano) y contribuye a frenar los retos climáticos y al avance del desarrollo sostenible.

 

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