Artículo publicado en el blog Alterconsumismo/El País, el 11 mayo 2018

Comprar no es un acto inocente. Nuestras decisiones influyen y conforman un determinado modelo económico y una manera de estar en el mundo. Podemos comprobarlo analizando algunos datos. Por ejemplo, según el Banco Mundial, casi dos tercios de las personas consideradas como “trabajadores pobres” pertenecen al sector de la agricultura. Otro dato: la Organización Internacional del Trabajo alerta de que más de 25 millones de personas sufren situaciones similares a la esclavitud. Casi el 70% de ellas trabajan en sectores como la agricultura o la pesca. Y otra realidad, el 11% de los niños y niñas, es decir 168 millones de menores son víctimas de la explotación laboral infantil. Así, se puede afirmar que muchos de los alimentos y otros artículos que consumimos habitualmente esconden condiciones inhumanas y violación de los Derechos Humanos.  Un mensaje que recordábamos de nuevo en estos días en que se cumplen 5 años del derrumbe del edificio Rana Plaza, de Bangladesh, que costó la vida a más de mil personas.

Frente a ello, las  organizaciones de Comercio Justo no nos cansamos de recordar que la ciudadanía tenemos capacidad para influir y cambiar estas realidades. Y este mensaje que el movimiento del Comercio Justo venimos diciendo desde hace tiempo, ahora también lo destaca Naciones Unidas ya que en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible establece el consumo responsable y la producción sostenible como  aspectos necesarios para reducir la pobreza y desigualdad globales.

En este sentido, las organizaciones de Comercio Justo reiteramos la necesidad de realizar un consumo responsable, consciente y más ajustado a nuestras necesidades reales. Si seguimos consumiendo al ritmo y en las formas que venimos haciéndolo, y queremos mantener nuestros modo de vida actual, en 2050 necesitaríamos 3 planetas.

Por otro lado es fundamental apostar por alternativas de producción respetuosas con el medio ambiente y las personas. El Comercio Justo es una de ellas. Porque el Comercio Justo garantiza unas condiciones laborales dignas y seguras para sus productores y productoras, el pago de un salario adecuado, equidad de género, la no explotación laboral infantil y la producción a través de técnicas y procedimientos respetuosos con el medioambiente.

Dentro de la red internacional de Comercio Justo existen más de 2.000 organizaciones productoras repartidas en 75 países de África, Asia, América Latina y el Caribe, en las que trabajan más de 2 millones de personas. De ellas, tres de cada cuatro organizaciones se dedican a la producción de alimentación y de materias primas como el algodón. África, con un millón de personas trabajando en Comercio Justo, sería el continente más representado, según datos de Fairtrade International, la entidad certificadora de Comercio Justo con más implantación en todo el mundo. Por otro lado, y según la Organización Mundial del Comercio Justo, unas 250 entidades se dedican a la producción de textil o la artesanía. Un 75% de ellas están situadas en África y Asia, y la mayoría de sus integrantes son mujeres.

Por todo ello, en el próximo Día Mundial del Comercio Justo, que se celebra el 12 de mayo, las organizaciones hemos convocado actos lúdicos y también reivindicativos en más de 50 localidades. En ellos queremos mostrar que muchas personas, y cada vez más, “somos Comercio Justo”. Queremos decir bien alto que la injusticia, la pobreza y la desigualdad son evitables y que con nuestro compromiso podemos avanzar hacia otro modelo de mundo más humano y sostenible para todos y todas.

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