Laura López trabaja en la cooperativa azucarera de Comercio Justo Manduvirá, en Paraguay. Una organización que comenzó su andadura en 1975, inicialmente formada por 39 personas, y que ahora agrupa a cerca de mil. En estos 40 años de historia han protagonizado un movimiento reivindicativo y organizativo gracias al cual han logrado lo que parecía imposible: ser dueños de su propia fábrica de azúcar. Reproducimos aquí un extracto de la charla que ofreció en Madrid, en su reciente visita a nuestro país, invitada por IDEAS.
“La cooperativa Manduvirá está situada en el distrito de Arroyos y Esteros, en una pequeña ciudad al oeste del país. Fue fundada en 1975 por un grupo de 39 socios. Toda la producción que hacemos es de Comercio Justo. Todas las fincas están certificadas como orgánicas, así que todo el producto que producimos, también los de autoconsumo, es orgánico. No tenemos nada de producción convencional. Actualmente exportamos nuestro producto a 25 países.
Ahora en la cooperativa hay certificados 943 productores, cuyas fincas suman algo más de 7000 hectáreas. De entre los productores, 284 son mujeres, y eso que allí no es fácil porque la sociedad es machista. Allí el hecho de que una mujer tenga su propio terreno es muy atípico, pero trabajamos en la equidad de género, hacemos muchos proyectos y en el marco de esos proyectos siempre incluimos este tema.
“Pasaremos hambre, pero no podemos vender a este precio”
Al principio, dado que no había créditos para productores, comenzamos como una cooperativa de microcréditos pero pronto empezamos a producir caña de azúcar. Cuando llegó un ingenio privado empezamos a vender nuestro azúcar a este ingenio. El azúcar en ese momento estaba con un precio bastante alto pero los productores ganaban lo mínimo, muy por debajo de lo que tendrían que haber ganado. De hecho no les alcanzaba para pagar los costes básicos. Entonces decían los productores: ¿vamos a dejar que este ingenio abuse de nosotros? ¿qué vamos a hacer?
Al principio queríamos negociar con el ingenio pero no dio opciones en cuanto al precio. Nos dijo: “es esto, o lo toman o lo dejan”. Y un grupo de socios se reunieron, ya no aguantaban más la situación y empezaron unas huelgas, dejaron de trabajar para pedir un precio más justo. La cooperativa lideró un gran movimiento reivindicativo contra la explotación y los bajos precios en la fábrica de azúcar local. El precio de la caña subió un poco, pero ya ahí empezamos a pensar que era necesario crear nuestro propio ingenio para poder independizarnos. Al mismo tiempo, los productores lograron convencer a los dueños de un ingenio situado a 90 km de Arroyos y Esteros y empezamos a vender nuestro producto allá para que se pudiera procesar a un precio más justo.
Y ya a partir del 2005 pudimos procesar y exportar nuestro producto, con ese ingenio, pero bajo la marca de Manduvirá. Este gran paso fue el inicio del camino para que nuestra cooperativa pudiera conseguir su anhelado sueño de tener nuestra propia fábrica de azúcar orgánica.
Para mucha gente, gente que era muy pobre, era impensable llegar a ser dueños de una azucarera. Lo que recibían por la caña era su único ingreso, e imagínense lo que supone que todos los socios se pongan de acuerdo y decidan “no vendemos nuestro producto a esta azucarera y vamos a pasar hambre si es necesario pero no podemos vender a este precio”. Fue un sacrificio grande, que afectaba a toda la familia.
Ahora los socios de la cooperativa Manduvirá son los propietarios del ingenio, de la fábrica de azúcar. Comenzamos con un terreno, que fue donado por uno de los socios, pero se necesitaba un fondo de garantía, así que se unieron 30 socios que tenían otras propiedades y eso sirvió de garantía para que los bancos nos pudieran dar el fondo. También recibimos el apoyo de Oikocredit, del BID de Estados Unidos y de Paraguay.
Al principio, en realidad, no teníamos nada salvo las ganas de salir adelante.
Los hijos e hijas, la segunda generación
Cuando llegamos a tener la fábrica –la construcción comenzó en el 2011 y lo inauguramos en 2014– tuvimos una asamblea porque había preocupación sobre quién iba a trabajar en el ingenio. Y decidimos que ya que somos los dueños, nuestros hijos y nosotros mismos vamos a operar el ingenio. Así se cierra el círculo. Yo soy hija de socios, mi papá participó en las huelgas y gracias a eso tengo un trabajo.
Los jóvenes, la segunda generación, por tanto, nos estamos quedando en la cooperativa, trabajamos ahí y no tenemos la necesidad de emigrar. En mi país, muchos jóvenes, para buscar un futuro mejor es habitual que emigren a la capital o a algún otro país, a probar suerte. En nuestro país tenemos una gran desigualdad en relación a la calidad de vida y a las oportunidades. Y si eres mujer es más difícil salir adelante.
Yo llevo 5 años en la cooperativa, al principio empecé como secretaria interina de la planta. Y de ahí me desplacé al acopio de caña, donde estuve dos años y luego me trasladé al departamento de gestión de proyectos que es donde estoy ahora. Yo no he tenido que emigrar y estoy estudiando, estoy en el último año de Ingeniería Ambiental.
Ahora las nuevas generaciones también se quedan en el campo, haciendo tarea agrícola pero ahora tienen más capacidad para manejar ciertas cosas, ya que están más formados.
Muchos hijos de los socios estamos estudiando ingeniería ambiental o agronomía, con la idea de poder continuar con lo que hicieron nuestros padres y abuelos porque Arroyos y Esteros siempre fue una ciudad netamente agrícola.
Algo que no podemos controlar es el clima, en 2017 perdimos muchísimo porque vino una helada que azotó muy fuerte muchas zonas del país y mucha gente perdió su producción. Nuestra caña se quemó por la helada y no pudimos producir mucha azúcar. Ya teníamos clientes que nos habían solicitado toneladas de azúcar y no pudimos cubrir ese mercado. Esto es un desafío contra el que debemos luchar. Debemos de mejorar e innovar para intentar evitar ese tipo de cosas pero no es fácil, nos va a llevar tiempo.
Los cambios logrados y el impacto de la cooperativa
Han sido 40 de historia. Mi abuelo fue uno de los socios fundadores de la cooperativa. Para mí es un orgullo decir que soy nieta de uno de los fundadores. Se nos llegó a decir que éramos como el “perro que quiere alcanzar la luna”, una leyenda guaraní que habla de un perro quiere alcanzar la luna pero nunca lo consigue. Se nos llegó a llamar así, de manera despectiva. Pero descubrimos que podemos llegar, y ahora queremos más.
Los cambios que se han conseguido se pueden ver en muchos aspectos. Por ejemplo, ahora mismo en Manduvirá hay 256 personas contratadas de nuestra localidad. Si tenemos en cuenta que en cada familia hay de media 4 personas, el impacto de la cooperativa llega a muchas personas de la comunidad, a cerca de mil.
Pero además, la cooperativa tiene varios servicios para toda la comunidad como por ejemplo, servicios de salud. Eso significa que la cooperativa trae profesionales de cada área (ginecología, obstetricia, odontología…) a un precio menor del habitual. La diferencia de precio está cubierta por Manduvirá.
O en temas de género, por ejemplo, entre las mujeres que acuden a las ferias de comercio, hace años no había ni una, y ahora ya son 40 mujeres las que acuden a este tipo de eventos. En este tipo de cosas se ve el empoderamiento de la mujer. En mi familia, por ejemplo, mi mamá dependía totalmente de mi papá en cuanto a lo económico, pero ahora ya tiene su huerto y tiene su independencia económica y a todos los niveles.
Pero seguimos trabajando en la igualdad de género porque allá es todavía común que ellas sean nombradas como “la esposa de …”. Ellas se quedan como atrás. Para nosotros es un reto muy importante que las mujeres se empoderen y que no estén siempre “al lado de don …”. Queremos seguir reforzando esa línea.
Azúcar que cambia vidas
Mi madre y mi padre vienen de un estrato social muy excluido; mi madre comía solo una vez al día. Ahora comemos tres veces al día, yo no he tenido que emigrar, estoy siguiendo una carrera profesional y he podido venir a Europa, a España, para hablar de nuestro trabajo y nuestra cooperativa. Mi madre jamás se había imaginado que una de sus hijas iba a poder hacer un viaje así.
Pero allí en Paraguay todavía hay mucha gente que no está comiendo tres veces al día. A veces, cuando ves un paquete de azúcar o de café de Comercio Justo no te paras a pensarlo, pero sí, ese azúcar o ese café realmente cambia vidas”.
Ideas grabó la visita de Laura López a nuestro país y nos deja este vídeo como recuerdo de su paso por distintas ciudades, donde visitó organizaciones de Comercio Justo y conoció de primera mano el trabajo de todas las personas que trabajan en las tiendas y los distintos proyectos.