14.000 millones de tazas cada año. Esa es la cantidad de café que se consume anualmente en nuestro país. De hecho, España es uno de los países más cafeteros del mundo. Se sitúa en el puesto 19 de este ranking de consumo.
En todo el mundo, es la segunda bebida más popular en todo el mundo, después del agua. Y también es la segunda mercancía más comercializada, solo superada por el petróleo.
Todos los datos referidos al llamado “oro negro” muestran su enorme aceptación en todo el mundo y también su potencia comercial y económica.
Pero este mercado, que genera unos 200.000 millones de dólares al año, es un ejemplo muy claro de un modelo comercial injusto, inhumano e insostenible.
Su cadena de valor se caracteriza por una gran desigualdad, con ingresos muy bajos e inestables para quienes lo cultivan y una concentración de poder y ganancias en manos de las multinacionales y empresas distribuidoras.
Según el informe Café: la historia de un éxito que esconde una crisis, la mayoría de las 25 millones de personas que se dedican al cultivo del café, viven en la pobreza. De los tres países analizados en dicho informe, en Perú y Etiopía, los caficultores/as generaron ingresos muy por debajo de lo que se considera el umbral de la pobreza. De hecho en 2017 sus ingresos fueron un 20% más bajos que en 2005. En el caso de Colombia aunque de media los caficultores sí alcanzan el umbral de la pobreza no se puede considerar un nivel de vida digno.
Las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del café son precarias, a menudo viven en la pobreza, con salarios inferiores al 40% del salario mínimo de subsistencia. Además, están expuestos a riesgos como enfermedades respiratorias o la exposición a productos químicos sin protección.
Por otro lado, el cultivo del café necesita condiciones climáticas muy específicas, por lo que sufre especialmente los impactos del cambio climático. Una de las principales conclusiones del informe advierte de que sin un plan para combatir el cambio climático, la superficie apta para el cultivo del café podría reducirse a la mitad en 2050.
El café, un producto emblemático del Comercio Justo
Ante todo ello, no es de extrañar que el café sea uno de los productos emblemáticos del Comercio Justo. No obstante fue el primer producto de alimentación de Comercio Justo que se exportó a Europa. Desde los primeros palés de café que se recibieron en el viejo continente, en 1973 su expansión no ha parado de crecer.
En 2021, según datos de Fairtrade International, la producción de café de Comercio Justo fue de 924.000 toneladas. En todo el mundo, casi 700 organizaciones productoras y cooperativas se dedican al cultivo de café bajo los principios del Comercio Justo, en las que trabajan de manera directa 873.000 agricultores y agricultoras que reciben un salario digno, el mismo ellos y ellas, cuentan con condiciones laborales adecuadas, prácticas democráticas en sus organizaciones, y no se ha elaborado con explotación laboral de niños o niñas. Además, su cultivo se ha realizado mediante técnicas respetuosas con el entorno.
Por todo ello podemos decir que el café de Comercio Justo sienta bien a todo el mundo.
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Hacia las metas del 2030
El Comercio Justo, a través de sus 10 principios, contribuye al avance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Comparte con ellos no solo su finalidad última, sino también su planteamiento de trabajo integral desde los distintos ámbitos (económico, social, humano, medioambiental) y desde diferentes actores (ciudadanía, empresas, instituciones, administraciones…)