Con motivo de la celebración del Día de la mujer indígena, 5 de septiembre, destacamos el testimonio de Gloria Sagñay, presidenta de la organización de mujeres de la comunidad Cumandá El Molino, de Ecuador, que se dedica al cultivo de quinoa y otros productos de Comercio Justo. Ella nos visitó en mayo, invitada por la organización IDEAS, y en sus múltiples entrevistas y charlas nos dio testimonio de la enorme transformación que ha vivido su comunidad a partir de la iniciativa liderada por ella y otras 30 mujeres que decidieron poner freno a los abusos que estaban sufriendo en la comercialización de la quinoa.
Gloria comienza todas sus intervenciones hablando en su lengua, en kichwa. Toda una declaración de intenciones para una mujer que, había cruzado el charco “siguiendo a su quinoita”, como a ella le gusta llamar al producto que cultiva.
“Nuestros abuelitos ya cultivaban la quinua y otros granos siempre de manera orgánica. Nosotros seguimos haciéndolo así” explica Gloria. Sin embargo, aunque el proceso de la quinoa siguen haciéndolo como lo hacían sus antepasados, su comunidad ha cambiado en muchos aspectos.
“Antes nuestro producto no era valorado. No nos pagaban lo que es su precio y para nosotros eso era muy triste. Nosotras llevábamos 100 libras de nuestro producto y nos pagaban 80-85 libras. Nos robaban 15 o 20 libras. Había mucho abuso”, cuenta Gloria. “Nosotros vivimos de esto, de cultivar nuestros productos. No teníamos ingresos familiares”
Ante esta situación, muchas familias de la provincia del Chimborazo decidieron dejar de producir y cultivar, abandonar su tierra y emigrar a la ciudad. Por su parte, Gloria y otras 30 mujeres decidieron salir a buscar otros mercados. Ahí encontraron a la Fundación Maquita y el Comercio Justo. “Ahora nuestro producto es valorado y nos pagan un precio justo y ya tenemos ingreso familiar y podemos enviar a nuestros hijos e hijas a centros de educación”, explica con ilusión.
Pero la mejora económica no es la única que han vivido en su comunidad. “Antes, a nosotras, mujeres indígenas nos decían que no valíamos para nada, lo decían incluso nuestros padres, que solo valíamos para cuidar la casa, a los hijos, al esposo…no nos valoraban nuestras ideas, nuestra participación, no nos permitían ir a reuniones… Poco a poco las mujeres nos hemos ido organizando. Algunas mujeres hemos luchado porque queríamos mejorar nuestra vida”, cuenta Gloria. “Nosotras ahora conocemos nuestros derechos. Y ahora ellos ya no tienen miedo y trabajamos las familias juntas. también nuestros esposos han recibido capacitación de Fundación Maquita y saben que nosotras tenemos derechos. Ahora vivimos muy diferente”.
Un gran cambio que, además, se irá consolidando en las generaciones siguientes, ya que según cuenta Gloria: “a nuestras hijas e hijos nosotras les damos nuestro ejemplo. Nosotras sabemos que ellas son capaces, las valoramos, se lo decimos y ellas van a la escuela igual que ellos. Ya conocemos los derechos que tenemos las mujeres y los hombres, que son los mismos.”
El testimonio de Gloria es un ejemplo de tantas mujeres indígenas que, manteniendo la identidad y valores de su pueblo, luchan por salir adelante y mejorar el desarrollo de su entorno. El Comercio Justo favorece este proceso y así, detrás de muchos artículos elaborados por organizaciones de Comercio Justo indígenas encontraremos otras historias de mujeres y de cambio.
Ejemplos como el de esta organización comunitaria muestran cómo el Comercio Justo, a través de sus principios, contribuyen al avance de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados por naciones Unidas en 2015. Entre ellos, el Comercio Justo favorece objetivos concretos como el ODS 1 “poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo”, el ODS 5 “Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres”, el ODS 8 “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”, o los objetivos relativos a la protección del medio ambiente.