Por Gonzalo Donaire, responsable de Estudios de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo
Artículo publicado en el blog Alterconsumismo/El País el 23 mayo 2014
Los días internacionales de África y del Comercio Justo comparten hoja en el calendario: 25 de mayo el primero, el segundo sábado de mes (este año ha caído en 10) en el caso del Día Mundial del Comercio Justo. Una excusa bienvenida para repasar brevemente qué aporta el Comercio Justo a África, y viceversa.
El Comercio Justo avanza en África…
Si atendemos a los datos de Fairtrade International, entidad que certifica con el sello Fairtrade cerca del 90% de los productos de Comercio Justo que se venden en todo el mundo, aproximadamente 750.000 personas trabajan en las más de 400 organizaciones que, repartidas por 30 países africanos, elaboran y distribuyen sus productos bajo los criterios del Comercio Justo. A esto deberíamos añadir la mayoría de las 90 organizaciones miembro de la rama africana de la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO Africa, en sus siglas en inglés), por lo general organizaciones artesanas cuyos productos no se cuentan entre los certificables por Fairtrade.
En total, se estima que el 60% de las y los trabajadores y un tercio de las organizaciones de Comercio Justo de todo el mundo provienen de África. De hecho, Tanzania, Kenia, Etiopia y Ghana encabezan el ranking mundial de países con más personas trabajando en este movimiento de economía social y solidaridad internacional. La mayoría de las organizaciones productoras africanas de Comercio Justo son cooperativas de pequeño tamaño propiedad de quienes en ellas trabajan, mientras que apenas el 10% emplea a asalariados externos. Ahora bien, entre estas últimas se encuentran algunas entidades de referencia: de las 10 mayores organizaciones de Comercio Justo que certifican sus productos con el sello Fairtrade en todo el mundo, nueve son africanas.
Pero como bien sabemos, tanto África como el Comercio Justo se conjugan en plural. Y esto es así también para el qué y el dónde se produce. En África oriental se cultiva, principalmente, café (cuya cosecha emplea a la mitad de las y los trabajadores del Comercio Justo africanos), flores y azúcar (esta última en la isla de Mauricio, en pleno Océano Índico). África occidental se caracteriza por el cultivo de cacao (en Costa de Marfil y Ghana, principalmente) y de algodón. En los países más meridionales, con menor peso a nivel continental, predominan las frutas y las uvas con las que se elaboran muchos de los zumos y vinos de Comercio Justo que conocemos.
En España, donde este movimiento aún está menos desarrollado que en otros países de nuestro entorno (un dato curioso: en Sudáfrica se venden hoy tantos productos de Comercio Justo como en España), los productos africanos de Comercio Justo también tienen un lugar importante. Cacao, café, té e infusiones, especias, frutas, vino, cereales y artículos cosméticos forman parte de la cesta de la compra más justa gracias al trabajo de 18 organizaciones productoras sitas en 10 países africanos distintos y de las importadoras de Comercio Justo que los distribuyen a través de canales y formatos cada vez más diversos.
…Y sin embargo queda tanto por hacer
Este crecimiento de las ventas de productos de Comercio Justo procedentes de África, y el hecho de que cada vez más trabajadores encuentren en estos canales alternativos una manera de poner en valor sus capacidades y saberes productivos, son sin duda noticias muy positivas. Pero lejos de caer en optimismos autocomplacientes, al mirar el cuadro completo solo cabe una conclusión: casi todo está aún por hacer. Hoy la mitad de la población africana vive con poco más de un dólar al día, mientras que el 10% más rico acumula más del 40% de la riqueza de todo el continente. La tasa de analfabetismo afecta a casi la mitad de las personas adultas y el 20% de la población sufre malnutrición. Cierto, los últimos años arrojan una leve mejoría. Pero la realidad es aún insoportable. Como recientemente hemos recordado desde la CECJ, solo en Costa de Marfil 12.000 niños trabajan actualmente como esclavos en las plantaciones de cacao con las que se elaboran muchas de las chocolatinas que llenan los estantes comerciales del Norte.
En el plano comercial, África sigue sin contar a nivel mundial: menos del 3% de las importaciones y exportaciones internacionales tienen origen o destino en este continente, y solo el 10% del comercio africano tiene lugar entre países de la región (valga como contraste: en la UE el 70% del comercio es interior, en Asia el 50%, en Latinoamérica el 25%). Aquí también parecen llegar los brotes verdes, pero de nuevo se imponen los matices: el crecimiento actual de las exportaciones africanas se debe a la demanda ascendente procedente de economías emergentes como China, Brasil o India. Una exportación de recursos naturales, principalmente energéticos y mineros, que profundiza el modelo extractivista, contaminante, dependiente y mono-exportador que ha caracterizado la desequilibrada inserción africana en el comercio mundial desde la época colonial. Pocas noticias positivas desde el punto de vista de la justicia comercial.
Sin duda, el crecimiento del Comercio Justo tiene un impacto muy positivo en la vida de decenas de miles de personas en África. Pero lo que realmente condiciona el presente y futuro de las más de mil millones de personas que pueblan este continente es precisamente el 99% restante de comercio injusto: las prácticas laborales y medioambientales draconianas de las empresas transnacionales, las injustas normas negociadas en la Organización Mundial del Comercio o los tratados comerciales bilaterales que las potencias del Norte, como la Unión Europea, firman con los países africanos y que únicamente benefician a las élites económicas de ambos lados de la mesa.
Es por ello que tenemos que seguir decidiendo con nuestras compras qué tipo de comercio y de mundo queremos construir, apostando por aquellos productos elaborados en condiciones de justicia social, comercial y medioambiental, como los de Comercio Justo, y boicoteando los que no cumplan estos requisitos. Pero la justicia comercial no se agota en las iniciativas de comercialización justa. La sensibilización, la denuncia, la movilización social y la incidencia política son ejes de trabajo complementarios irrenunciables. Para que en África, en Europa y en cualquier rincón del mundo todo el comercio llegue algún día a ser justo y no haga falta un Comercio Justo como excepción a una insoportable regla.