En el suroeste de Uganda se encuentra la región Ankole, famosa por su raza autóctona de ganado vacuno, característico por sus inmensas cornamentas, posiblemente las más grandes y ostensosas del mundo.
En los caminos de esta región se pueden ver rótulos que indican proyectos de desarrollo que han sido llevados a cabo gracias a fondos de la Unión Europea, de USAID, DFID o cualquier otro donante internacional. Sin embargo, cuando uno mira de manera más detenida, se da cuenta también de que hay otras iniciativas de desarrollo que no por modestas son menos relevantes y que, curiosamente, han surgido gracias a la decisión de grupos específicos de personas, las cuales cada año hacen balance de su situación local y toman la decisión de apoyar el proyecto que, dadas las prioridades más importantes, les parezca más pertinente.
Un año es la mejora de los accesos por carretera, otro un edificio multiusos para la comunidad, otro año son las casas para que los maestros de la escuela más cercana puedantener un alojamiento digno y puedan enseñar de manera más estable y más dedicada.
Cada año, se evalúa en asamblea pública lo que se ha hecho y se discute internamente acerca de los pros y los contras de los posibles proyectos a financiar el año siguiente hasta que se alcanza una decisión.
¿Quién es este grupo y cómo es que estas personas en un recóndito y aislado rincón de África tienen la capacidad de financiar proyectos de manera independiente y autogestionada? La respuesta es bien simple: son las cooperativas de cafeteros que venden sus materias primas al Comercio Justo. Los fondos para estos proyectos provienen no de un financiador internacional, sino de la prima social que cada grupo cafetero recibe después de haber vendido su café al circuito de Comercio Justo.
Medio millón de familias campesinas producen el 97% del café ugandés. Entre ellas, 4.300 familias de la región de Ankole, agrupadas en la Ankole Coffee Producers Cooperatives Union (ACPCU), decidieron hace muchos años prescindir de los “servicios” de los intermediarios a sueldo de los mayoristas y vender su caf verde al sistema internacional de Comercio Justo.
Si la posibilidad de vender al Comercio Justo se pudiera extender a más cooperativas cafeteras y a más campesinos dentro de Uganda, sin duda se transformaría radicalmente la faz de este país, el segundo exportador de café en África y donde el 20% de la población depende íntegramente de los ingresos del café para su subsistencia.
(…) Tal como lo expresa Violet Byamighisaha, una cooperativista ugandesa: «mi sueño es educar a mis hijos, formarlos y que interioricen la agricultura que estoy practicando. Quiero que crezcan como hombres y mujeres fuertes e importantes y que sean miembros de la cooperativa. Antes de morir me gustaría ver a mi familia transformada, pasar de una situación de pobreza a una de prosperidad».
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