En todo el mundo 25 millones de personas se dedican al cultivo del café, y en el caso del cacao entre 5 y 6 millones, en ambos casos en pequeñas plantaciones de menos de 5 hectáreas. En su mayoría los ingresos que reciben están por debajo del umbral de la pobreza. El café, con un volumen de negocio de 200.000 millones de dólares al año, y el cacao de 100.000 millones de dólares ejemplifican el funcionamiento del mercado internacional y sus consecuencias: pobreza, deterioro ambiental y desigualdad. El Comercio Justo garantiza unos ingresos dignos para las organizaciones productoras y fomenta el cuidado de la tierra dado que la producción es ecológica. Así lo han constatado hoy en rueda de prensa Carmen Balcázar y Delicia Sánchez, miembros de cooperativas de café y cacao de Comercio Justo de Perú.
«El Comercio Justo nos ha cambiado la vida”, aseguraba hoy Carmen Balcázar, delegada de la cooperativa peruana Sol y Café que cuenta con 1150 socios y socias. Así ella señalaba que el precio que reciben por su producto es superior al del comercio convencional y además se trata de un ingreso estable.
También remarcaba el beneficio medioambiental: “En el corto plazo, el uso de abonos naturales y otras técnicas de producción ecológica hacen que disminuya la cosecha pero a medio y largo plazo la tierra rinde más y se conserva mejor”. Por su parte Delicia Sánchez, de la cooperativa cacaotera CEPROAA destacaba: “En nuestras cosechas no usamos químicos para no dañar la tierra ni nuestra salud”.
La experiencia de estas cooperativas de Comercio Justo confirma las conclusiones de la investigación “Café: historia de un éxito que oculta una crisis” publicada este año por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. El informe demuestra que el Comercio Justo mejora la calidad de vida de los productores y productoras y disminuye la pobreza. En Perú, uno de los países analizados, donde el 25% de las exportaciones del café en 2016 fueron de Comercio Justo, los cerca de 45.000 productores recibieron un precio superior al del mercado convencional. Así, las organizaciones productoras peruanas ganaron, en promedio, un 24% más en las cadenas de Comercio Justo que en las convencionales. Por otro lado, la estabilidad de las relaciones comerciales o la organización colectiva en cooperativas, son otros aspectos del Comercio Justo que también contribuyen a reducir la pobreza.
Además, en el aspecto medio ambiental, la investigación concluye que el Comercio Justo ha favorecido en Perú y otros países productores la consolidación de los modelos agroforestales tradicionales que evitan el deterioro de la tierra.
Así, el Comercio Justo supone una alternativa a un modelo productivo y comercial que perjudica especialmente a quienes están al principio de la cadena. Según datos del citado estudio, en Perú, los ingresos de los caficultores/as en los últimos años se han situado por debajo del umbral de la pobreza, incluso en 2017 percibieron un 20% menos que en 2005. La caída de los precios del café a nivel internacional y el aumento de los costes de producción son dos de las causas que consolidan la pobreza de quienes cultivan el café. El corto margen que obtienen y la dificultad para obtener financiación no les permiten realizar inversiones, con lo que el rendimiento y la calidad disminuyen, y a su vez, se reducen sus ingresos. De esta manera, se acrecienta el círculo de la pobreza en el que se ven atrapados. Quienes trabajan en el sector a menudo reciben salarios inferiores al mínimo de subsistencia y están expuestos a productos químicos o a enfermedades respiratorias. Las mujeres, que realizan casi el 70% de las labores de cuidado de las parcelas, en general son las peor pagadas y en muy raras ocasiones son propietarias de las tierras.
Estas cifras contrastan con los ingresos millonarios de las ventas de café y cacao.
De los 200.000 millones de dólares generados por las ventas de café, solo el 4% de los beneficios globales va a parar a quienes lo cultivan.
Y en el caso del cacao, solo el 6% de los 100.000 millones de dólares facturados llega a quienes lo producen. Esta concentración de empresas y poder a un lado de la cadena es una de las características de ambas industrias (las cinco principales marcas de chocolate están detrás del 60% de las ventas en el mundo) junto con la vulnerabilidad y escaso margen de negociación de los millones de productores y productoras. Esto explica el dato del último informe de Naciones Unidas: dos tercios de las personas extremadamente pobres que tienen un empleo, trabajan en la agricultura.
El consumo de café y cacao (convencional y de Comercio Justo)
En todo el mundo, cada día se consumen más de 2.000 millones de tazas de café. En España más de 22 millones de personas -lo que representa el 63% de la población mayor de 15 años- toman esta bebida a diario. En 2017, cada persona consumió de media 4’25 kg, lo que sitúa a nuestro país en el puesto 19 del ranking mundial.
En cuanto al consumo de chocolate, la media en nuestro país es de 3,7 kg por habitante y año. Estamos muy lejos del consumo en países como Suiza o Alemania donde la media es de 9 y 8 kilos por persona y año.
En España, en la red de Comercio Justo, el cacao y sus productos derivados fueron el sector que más ha crecido en ventas en el último año. Generaron el 63% de las ventas, es decir, 48,5 millones. A nivel mundial la venta de granos de cacao de Comercio Justo también experimentaron un gran crecimiento en el último año, del 57%. Por su parte, las ventas de café de Comercio Justo supusieron 20 millones de euros en 2018, es decir, el 25% del total.
La investigación “Café: historia de un éxito que oculta una crisis” ha contado con financiación de la Unión Europea.