Artículo publicado en el blog Alterconsumismo/El país el 7 mayo 2015

¿Sabías que los españoles gastamos en ropa 437 euros al año? Esta es la media, claro. Y esto de las medias ya se sabe, hay quien gasta más, hay quien gasta menos. Quizá ahora mismo estés haciendo la cuenta mentalmente, calculando si tu gasto en ropa está en la media, por arriba o por abajo. Pero, hoy, ante esta cifra, lo que nos gustaría es que te pararas a pensar qué hay detrás de esa ropa, quién la hace, cómo, en qué condiciones.

Y seguramente te vengan a la mente imágenes del derrumbamiento del edificio Rana Plaza, en Bangladesh, ocurrido hace dos años y que dejó 1138 personas fallecidas y más de 1500 heridas. Este accidente -el más grave del sector pero no el único- mostró a la ciudadanía las condiciones laborales inhumanas que sufren muchos de los trabajadores y las trabajadoras del textil. Pero después de la tragedia, aunque parece que ha habido tímidas mejoras, la ropa que nos ponemos y muchos de los artículos textiles que utilizamos diariamente siguen escondiendo situaciones de semiesclavitud y de violaciones de Derechos Humanos.

En el mismo Bangladesh, a pesar de que los sueldos ascendieron un 77% tras la tragedia, el salario mínimo actual es de 50 euros mensuales. En Camboya, por ejemplo, es de 128 dólares, muy lejos de los 238 dólares que la Asian Floor Wage Alliance calcula son necesarios para cubrir las necesidades básicas. De ahí que gran parte de los y las trabajadoras del textil formen parte de los denominados por la OIT como “trabajadores pobres”, es decir, personas que aún teniendo un empleo viven con menos de un dólar diario.

Detrás de estas cifras hay, sobre todo, mujeres. Un 80% de quienes cosen nuestra ropa son mujeres. A los sueldos ya bajos se une la brecha salarial, especialmente marcada en la confección, ya que se calcula que ellas cobran entre un 10% y un 50% menos que ellos por realizar trabajos similares. Así se genera un círculo vicioso de feminización de la pobreza, profundamente injusto y que consolida la desigualdad a muchos niveles.

Otra de las realidades que se esconden a lo largo de toda la cadena de producción de la ropa es la explotación laboral infantil. En India, a pesar de que se ha reducido, en la recogida de algodón participaron casi 400.000 menores en la campaña de 2010. La mitad tenía menos de 14 años. Y en Marruecos, miles de niñas se incorporan durante sus vacaciones a talleres, supuestamente como aprendices. Sin embargo, realizan la misma labor que las adultas aunque cobrando un 40% del salario mínimo.

El textil, además, junto con la agricultura ostenta el lamentable honor de ser los dos sectores donde el trabajo forzoso está más extendido. Situaciones de esclavitud moderna, de trabajo clandestino que intentan esquivar la escasa normativa, mínimamente ampliada en los últimos años, se producen en distintos países del mundo.

Ante esta realidad, el Comercio Justo supone una alternativa global. Sus impactos positivos no se quedan únicamente en un sueldo digno (que ya es importante de por sí), sino que van más allá. Para las mujeres, por ejemplo, supone un cambio de vida radical. Los compañeros de las organizaciones de textil de Comercio Justo de Nepal, India o Bangladesh con los que trabajamos suelen destacar que las mujeres, cuando comienzan a trabajar en sus organizaciones, reciben un sueldo que llevan a casa, hacen productos que son comprados por otras personas, participan en las decisiones de su organización, son capaces de argumentar y expresar sus opiniones…entonces, comprenden que tienen derechos, que su futuro puede ser otro, que tienen una dignidad. Ellas mismas se ven de manera diferente y su rol en la sociedad comienza a cambiar. Y a esto se le une el resto de aspectos que defiende el Comercio Justo: condiciones laborales dignas, ausencia de explotación laboral infantil, protección del medio ambiente, etc.

Por todo ello, te invitamos a que te unas este sábado 9 de mayo a quienes apostamos por otro comercio, más humano, más ecológico y más justo. Te invitamos a sumarte al Día Mundial del Comercio Justo. Y, sobre todo, te invitamos a tirar del hilo, y a conocer qué hay detrás de la ropa que nos ponemos.

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