Marisa y Annika, consumidoras de productos de Comercio Justo, explican por qué eligen este tipo de artículos y qué significa para ellas esta opción. El 15 de marzo se celebra el Día Mundial de los Derechos del Consumidor.

“Conocí el Comercio Justo a través de mi hija” Entrevista a Annika Suárez, de Terrassa.

Ella es consumidora de Comercio Justo y colaboradora de Alternativa 3.

¿Cuándo conociste el Comercio Justo?

Lo conocí a través de mi hija, cuando me trajo a casa por primera vez productos de Comercio Justo, hace 7 años.

¿Cómo lo conociste?

Mi hija me habló del Comercio Justo y empecé a colaborar con AlterNativa3 en actividades de sensibilización.

¿Qué tipo de productos de Comercio Justo sueles comprar?

Soy una gran fan del chocolate a la taza, el cacao instantáneo y el azúcar mascobado.

¿Qué es lo que más te anima a seguir consumiendo productos de Comercio Justo?

Primero saber que con el consumo de estos productos estas colaborando con muchas personas y les permites vivir dignamente, y además, son productos de mucha, mucha calidad.

En nuestra sociedad actual y teniendo en cuenta la realidad global, ¿por qué te parece importante apostar por el Comercio Justo?

Porque hemos de cambiar nuestros hábitos de consumo, de manera más responsable y justa para todos.

¿Crees que es fácil ser un-a consumidora responsable en nuestra sociedad actual?

No, porque el acceso a los productos es aún complicado y falta información más accesible para los consumidores de lo que hay detrás de un producto.

¿Has animado a gente cercana a sumarse al Comercio Justo? ¿De qué manera?

Si, si, si. Siempre lo ando explicando a todo el mundo, sobre todo a la gente de mi alrededor, y luego en actividades de Alternativa3. La gente se muestra muy interesada.

¿Quieres añadir alguna cosa más sobre tu experiencia con el Comercio Justo?

Me gusta saber que consumiendo productos de Comercio Justo, disfruto a la vez que hago un acto como «activista» para conseguir un mundo mejor.

“Con el Comercio Justo he sido consciente del poder que tiene el ciudadano anónimo al decidir de una manera responsable qué consume y qué no Testimonio de Marisa Arias, de Bilbao.

Consumidora y colaboradora de Kidenda.

Conocí el Comercio Justo allá por 1995-96 a raíz de una campaña de sensibilización que hacíamos en el movimiento juvenil eclesial al que pertenecía entonces y que abordaba cómo hacer un consumo más responsable y solidario. De esta manera me interesé por aquellas propuestas que se estaban llevando a cabo en el ámbito asociativo de mi ciudad para formarme mejor y colaborar activamente en alguna de ellas. Así fue como conocí una joven Kidenda, el proyecto de Comercio Justo impulsado por Misiones diocesanas y Cáritas de Bizkaia y que apenas tenía un año de puesta en marcha.

Empecé por colaborar en varios turnos en la tienda que se puso en Navidad y tras la positiva experiencia que supuso, me animé a ser voluntaria estable del proyecto en el área de organización y ventas.

Ser voluntaria me ayudó a conocer las causas estructurales que están detrás de un sistema económico basado en la rentabilidad económica para unos pocos a costa del sufrimiento y el reparto injusto para quienes están tras el trabajo y producción de aquellos productos que consumimos cada día. También me hizo ser consciente del poder que tiene el ciudadano anónimo al decidir de una manera responsable qué consume y qué no, y lo más importante, me ayudó a conocer otra realidad a través del contacto cercano con personas y cooperativas productoras en países del sur. Y lo remarco como importante porque me ayudó a poner cara e historia concreta a aquello que consumía en mi casa de comercio justo y a educar mi conducta de consumo en todo lo demás.

Tras varios años de voluntariado y estrecha relación con la organización del proyecto Kidenda, lo dejé para dedicarme a otras cosas, pero nunca he dejado de ser consumidora y promotora de su consumo e ideología entre mis círculos de relación.

La verdad es que consumo casi todo lo que provee la tienda. A nivel personal soy una habitual de la alimentación básica como la panela, el café, la crema de cacao, los chocolates, las barritas de sésamo y los caramelos. De forma más esporádica consumo las galletas, la quinoa, la pasta y los productos de navidad como trufas y turrones. En relación a la artesanía he comprado de todo: textil, papelería, cerámica, bisutería…en ocasiones para mi uso personal y muchas más para regalo a amigos y familiares. De hecho me considero una buena clienta de las cestas Kidenda donde me encargo de incluir distintos productos de alimentación y artesanía a la par que siempre adjunto el tríptico que da a conocer qué es y que pretende el Comercio Justo en general y Kidenda en particular. En este sentido he de decir que ciertamente son regalos con los que siempre acierto y sorprendo.

Personalmente lo que más me gusta de estos productos es que combinan una alta calidad con el enorme valor añadido que supone la garantía de que fueron producidos y pagados en unas condiciones de equidad y justicia.

Esto me permite además de disfrutar de su sabor, o de su utilidad o belleza, colaborar en generar unas relaciones comerciales más humanas entre las personas y entre los pueblos, y esto último realmente no tiene precio.

Como ya he expresado de alguna manera antes, soy una convencida y seguidora del Comercio Justo, cuestión que doy a conocer entre mis allegados y lugares de relación ya sean laborales o de amistad.

Y como sugería antes, una de mis formas de trasmitirlo es regalar productos, porque creo que lo primero es degustar y disfrutar y luego hablar de todo lo que hay detrás de cada producto.

Por ejemplo, regalé varias cestas de un surtido grupo de productos de alimentación como detalle de agradecimiento a médicos y enfermeras del hospital donde estuvo ingresado mi hijo en lugar de las tradicionales cajas de pastas o pasteles que solían aportar otras familias.

Asimismo en otro momento de mi vida, facilité la compra entre mis compañeros de unos pocos productos de alimentación en el lugar donde trabajaba gestionando un pequeño puesto estable donde podían comprar productos de Comercio Justo, o promoví junto a otras personas que el café que abasteciera a la máquina de cafés fuera el café solidario y no una de las marcas del comercio tradicional.

Ante todas estas acciones, las reacciones que me he encontrado han sido de todo tipo. Unos pocos, generalmente poco informados, han considerado al Comercio Justo como un lugar de consumo elitista y residual o como un lugar para hacer caridad «malentendida» comprando. Cuando me han dado la oportunidad he dialogado con ellas pero me he encontrado que suelen ser personas que no están abiertas al cambio.

No obstante la mayoría de las personas han mostrado sorpresa y apertura y han agradecido tanto el probar los productos como el acercarles a la ideología de su valor social añadido. Algunas de estas personas se han convertido más tarde en consumidores estables de la tienda y algunos incluso han colaborado como voluntarios, y otros simplemente conocen que existe y compran de vez en cuando alguna cosa.

En conclusión para mí, conocer el Comercio Justo ha significado un antes y un después en mi vida como consumidora responsable. Y aunque admito que sigo teniendo muchas, muchísimas incoherencias, ahora me pregunto cuando compro dónde y cómo estará hecho lo que compro, o si fue producido de una manera sostenible, o si puede ser reciclado cuando se estropee, e incluso si realmente lo necesito o es una compra impulsiva promovida por nuestra cultura consumista. No siempre mi acción final es la ideal o la que me gustaría, pero sí que siento que voy educando mi conciencia y generando debate en las conciencias de mis cercanos o, al menos, lo intento. Ya decía Machado aquello de «caminante no hay camino, se hace camino al andar» ¿verdad?, pues sigamos caminando entonces porque este es un camino bueno para todos, productores, consumidores y en definitiva seres humanos. Y gracias de verdad a todas las personas que seguís haciendo posible este camino y el encuentro con otros caminantes.

Ojalá que haya un día donde no se hable de Comercio Justo porque todo el comercio esté basado en sus principios de justicia y sostenibilidad.

Felicidades a todos por estos primeros 30 años.

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